Apnea
Tamariu 2010. Foto: Maria Alabern Los viejos del Mediterráneo son los encargados de no olvidar las cosas modestas. Son ancianos que huelen a cordaje de cáñamo, a nudo prieto desgastado por las mareas. Todas las mañanas corro una hora hasta Cala Pedrosa. Allí me desnudo y me lanzo a las frías aguas. Buceo en un abismo de 20 metros, vuelo sobre rocas y bancos de peces. Los celtas buscaban los extremos del mundo pues sabían que en el Finisterre el encuentro con los dioses era ineludible. Por eso examinaban los silencios del mapa, los desgarros del paraje. En este final de paisaje que ofrecen los acantilados de la Costa Brava, observado por gaviotas y albatros, tras el trote por el camino de Ronda, viene a mí la escritura. ----------------------------------------------- Escribir un relato desprovisto de artificio, casi sin personajes, en un paisaje hondo. Ir a la contra de esos relatos repletos de citas y metaliteraturas que le salen, incluso, a esta novela. Escribir un relato “clásico”. S...