El escritor gusano
Confieso. Necesito publicar mis libros para saber qué tipo de escritor soy, o mejor dicho, que tipo de escritor ven ustedes en mí (si es que ustedes están al otro lado de estas letras). Van a decir que estoy un tanto preocupado por el tema, que no hago más que darle vueltas en azul a lo de la escritura en negro. Que he frenado la redacción de PerformanceconPdePerdedor por culpa de esta ofuscación. Es que me juego mucho. He puesto en jaque parte de mi cordura. En la “literatura performance” el impulso plástico inicial es básico, es el motor artificial que lleva a escribir (ya les he hablado de estos temas). No he nacido para escritor, ustedes ya saben, para mi escribir no es como respirar, no es innato, está lleno de dificultades. El bastimento del escribir es la imagen y el desarrollo orgánico de la misma. Escribir es ver como la narración va pudriéndose, va macerando. La semilla fue una imagen. Cualquier intento de narrar, parte de una imagen. La construcción del escritor que soy depende en parte de los lectores, de lo que vean. Supongamos que al leer alguno de mis libros ustedes determinan que soy un escritor de viajes. De alguna manera me vería obligado a buscar en el viaje un catalizador de literaturas, o me vería forzado a no hacerles caso. La decisión marca literaturas futuras, así que no es baladí. Ya escribo otras cosas, no crean. Los libros escritos hasta ahora empiezan a quedar lejos. A veces hasta queda lejos PerformanceconPdePerdedor. Seguir o no seguir el dictado de los lectores templará el rumbo de esas escrituras en curso. Supongamos que ustedes ven en mí un hombre de la cultura, un tipo que trabaja por y para museos, un lateral que se perdió en multiplicidad de disciplinas. Un perdedor simpático con ganas de contar. ¿Me darán ustedes una segunda oportunidad? ¿Demandarán que ese libro segundo, el tercero, sean continuación del primero? ¿Obligarán al que escribe a ser un redactor de diarios? ¿Condenarán al que escribe a ser un perdedor con blog, con novelas infinitamente inconclusas? ¿Un performer pintamonas al que le salen las letras por las heridas? Todas las respuestas, como digo, espero de ustedes. También es cierto que me trae al pairo su opinión, no se ofendan. La narración busca formatos, surgirá allí donde le toque estar. Jamás me he sentido dueño de todo lo que de mis teclados surge. Soy el primer sorprendido del rumbo que toman muchos de los textos que tecleteo. Es una fuerza dionisiaca la que redacta, una fuerza que acaece allá donde el azar dispone, donde le dejan, donde le toca. Literatura orgánica que crece a partir de simples fragmentos. Literatura de perdedor.
Léanme, por favor, etiquétenme, les necesito, les necesito un poco, bueno casi nada, o nada, pero me gusta tenerles ahí, al otro lado. No es que vaya a dejar o no de escribir porque ustedes estén o no. Es que les considero demiurgos, almas gemelas que van a catalizarme hacia futuras letras. No hay contradicción. Bueno, un poco. Les tengo en consideración aunque me importe un bledo lo que me digan. ¿Me explico?
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-Eres un escritor gusano- afirma con sorna Norma.
-Ahora no toca pensar en estas cosas- añade Charo.
Charo y Norma gestionan el Departamento de Prensa del museo en el que trabajo. Lo hacen con toda la gracia y diligencia que la institución permite. Hablamos de mil cosas a la hora del almuerzo, saltamos de un tema a otro sin ocuparnos por perfilar un hilo conductor coherente. Charo tiene la increíble virtud de decir justo lo que necesito oír, cuando necesito oírlo. Suele escuchar y luego sentenciar. En apenas un par de frases te suelta las palabras precisas. -¿Qué escritor soy?- pregunto.
–Eres un escritor gusano. Eres un escritor gusano porque estás en el humus- rubrica Norma.
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“La literatura no es más que la historia de hombres aislados sobrepasados por lo que les rodea que intentan dar forma a lo que ocurre a su alrededor y que se ven forzados al cambio mientras interactúan con los acontecimientos y conocen a una mujer”- lo dice James Ellroy, que es dios.
Léanme, por favor, etiquétenme, les necesito, les necesito un poco, bueno casi nada, o nada, pero me gusta tenerles ahí, al otro lado. No es que vaya a dejar o no de escribir porque ustedes estén o no. Es que les considero demiurgos, almas gemelas que van a catalizarme hacia futuras letras. No hay contradicción. Bueno, un poco. Les tengo en consideración aunque me importe un bledo lo que me digan. ¿Me explico?
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-Eres un escritor gusano- afirma con sorna Norma.
-Ahora no toca pensar en estas cosas- añade Charo.
Charo y Norma gestionan el Departamento de Prensa del museo en el que trabajo. Lo hacen con toda la gracia y diligencia que la institución permite. Hablamos de mil cosas a la hora del almuerzo, saltamos de un tema a otro sin ocuparnos por perfilar un hilo conductor coherente. Charo tiene la increíble virtud de decir justo lo que necesito oír, cuando necesito oírlo. Suele escuchar y luego sentenciar. En apenas un par de frases te suelta las palabras precisas. -¿Qué escritor soy?- pregunto.
–Eres un escritor gusano. Eres un escritor gusano porque estás en el humus- rubrica Norma.
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“La literatura no es más que la historia de hombres aislados sobrepasados por lo que les rodea que intentan dar forma a lo que ocurre a su alrededor y que se ven forzados al cambio mientras interactúan con los acontecimientos y conocen a una mujer”- lo dice James Ellroy, que es dios.
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