Pirineos (I)
Pirineo aragonés. Mondot, cerca de Aínsa.
Dice mi hija Lucía que los mayores escribimos tan rápido que a veces la “A” nos sale “triángulo”. Lucía intenta leer a sus cinco años, las notas de mi dietario.
Libros en el equipaje: Dietario Voluble de Vila-Matas; El fin de la tierra de Peter Matthiesen; El hombre de los círculos azules, Fred Vargas; y Fantasmas de Piedra de Mauro Corona.
La casa de la dagas voladoras de Zhang Yimou. Ayer noche, antes de partir de viaje hacia el Pirineo aragonés, volví a ver este film. Los amantes que se huyen, el deseo irreprimible que conduce a la catástrofe. Todo siempre en el bosque. Vuelvo a caer rendido ante el espectáculo visual de Zhang Yimou.
Mondot, pueblo prepirenaico sin habitantes. Sólo dos personas censadas que viven, sin embargo, en la cercana ciudad de Barbastro. Uno de sus habitantes censados es el Sr.Vicente, dueño de la casita que alquilamos. Vicente nos obsequia con su exquisita amabilidad de buen anfitrión y con una botella de tinto (Somontano, claro), almendras tostadas y media docena de huevos recién puestos. La casita es rústica, muy cómoda, llena de encanto. Encendemos la chimenea nada más llegar. Hemos conducido desde Pueblo a Barcelona, de ahí a Barbastro y de Barbastro, a la vera del río Cinca, hacia el sendero que nos ha llevado hasta Mondot. No se puede hablar de carretera, el camino medio asfaltado medio arenoso se adentra en campos labrados, gargantas, tozales, desfiladeros, barrancos, en un trazado curvoso lleno de escarcha y hielo. El Sobrarbe llaman a esta zona. Es la más despoblada de las zonas pirenaicas oscenses. Algo metafísico aborda al que se adentra por sus carreteras y caminos. Los habitantes se dedican casi por completo a las actividades agropecuarias, a la explotación hidroeléctrica, al turismo de montaña. Se cuenta que fueron pioneros en montañismo, senderismo, en paisajismo, en pireinismo, en estudios geológicos, en la protección de la aves rapaces.
Ainsa, enclave medieval. Reina en el horizonte la Peña Montañesa (2291m), una arquitectura pétrea que me subyuga. No voy a tener tiempo en esta ocasión, pero me encantaría ascender esos 2291 metros. A lo lejos, en otro horizonte más al norte, el Parque Nacional de Ordesa y el Monte Perdido (3348m). Resuena la mítica pireinista. Ainsa es pueblo de piedra, restaurantes, tiendas de material de montaña, calles viejas del siglo XI, XII, XIII, murallas, castillo, Plaza Mayor del siglo XIII, XIV, XV, recodos visigóticos, ecos vascos. Todo húmedo, frío, escarchado, europeo.
Dicen que hay tres Pirineos en el Pirineo: el Pirineo Occidental (desde el Cantábrico a Navarra), el Pirineo Central (Huesca, Lleida), y el Pirineo Oriental o Mediterráneo (de Lleida a la Girona que se baña en Port Bou). El Pirineo Central se derrama hacia sus interiores franceses e hispanos, pasando de las cumbres nevadas a las montañas agrestes y los terrenos horadados por la acción de las aguas subterráneas. El Sobrarde es un mar de montes y grutas, un Pirineo cuyas formas se diluyen hasta la meseta. El Sobrarbe contiene un secreto a voces, los barrancos más largos de Europa, en la Sierra de Guara. Me tienta la idea de visitarlos aunque el descenso por barrancos sea deporte estival. Habré de dejar para próximos viajes esa aventura subterránea. Estos son días de vivir el Pirineo derramado, sus vientos, viejos caminos, sus roquerismos.
Al abrigo del fuego cenamos. La pequeña Lucía duerme en el sofá. M la acaricia mientras contempla el juego de las llamas. Leo el Dietario Voluble de Vila-Matas, anoto en mi cuaderno de viaje.
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Amanece. Despierto con Lucía al lado. M se trasladó a la cama de la niña a medianoche, cuando Lucía vino hasta nuestro dormitorio. La cama de matrimonio es de las pequeñas, insuficiente para que los tres durmamos con comodidad. Enciendo el fuego. M prepara pan tostado. Lucía juguetea con sus muñecas. Echo de menos a Marieta en esta escena (mi hija mayor pasa unos días en Asturias con su madre). Desayunamos, planeamos el día. Ideamos ir a conocer Boltaña, comeremos allí. Mientras se duchan salgo a correr por los alrededores de Mondot. Enseguida se acaban los caminos. Paso junto a casas derruidas. Me precipito por barrancos y gargantas. Los matojos apresan mis piernas así que intento saltar, correr sobre lascas, rocas, seguir los senderos marcados por jabalíes. Paisaje despoblado, muy ajado por vientos y hielo. Salto matojos de boj, esquivo placas de hielo. Tierra de escorpiones, serpientes. Corro bajando barrancos a velocidad. Un ave rapaz me sobrevuela. No se reconocer si es águila o quebrantahuesos. Planea grácil su vuelo de ave señora. Me agrada correr por parajes alejados de la mano del hombre. En el censo del Sobrarbe apenas están censados 2000 habitantes. Trotar por estos barrancos te hace sentir primitivo. Al regreso encuentro a M y a la pequeña paseando por las desiertas callejas de Mondot. M fotografía mi trotar. Ducha rápida. El Ford nos lleva hacia Boltaña. El Stabat Mater de Vivaldi es hilo musical perfecto para la conducción tranquila por la abrupta carretera que sortea los pliegues del terreno.
Dice mi hija Lucía que los mayores escribimos tan rápido que a veces la “A” nos sale “triángulo”. Lucía intenta leer a sus cinco años, las notas de mi dietario.
Libros en el equipaje: Dietario Voluble de Vila-Matas; El fin de la tierra de Peter Matthiesen; El hombre de los círculos azules, Fred Vargas; y Fantasmas de Piedra de Mauro Corona.
La casa de la dagas voladoras de Zhang Yimou. Ayer noche, antes de partir de viaje hacia el Pirineo aragonés, volví a ver este film. Los amantes que se huyen, el deseo irreprimible que conduce a la catástrofe. Todo siempre en el bosque. Vuelvo a caer rendido ante el espectáculo visual de Zhang Yimou.
Mondot, pueblo prepirenaico sin habitantes. Sólo dos personas censadas que viven, sin embargo, en la cercana ciudad de Barbastro. Uno de sus habitantes censados es el Sr.Vicente, dueño de la casita que alquilamos. Vicente nos obsequia con su exquisita amabilidad de buen anfitrión y con una botella de tinto (Somontano, claro), almendras tostadas y media docena de huevos recién puestos. La casita es rústica, muy cómoda, llena de encanto. Encendemos la chimenea nada más llegar. Hemos conducido desde Pueblo a Barcelona, de ahí a Barbastro y de Barbastro, a la vera del río Cinca, hacia el sendero que nos ha llevado hasta Mondot. No se puede hablar de carretera, el camino medio asfaltado medio arenoso se adentra en campos labrados, gargantas, tozales, desfiladeros, barrancos, en un trazado curvoso lleno de escarcha y hielo. El Sobrarbe llaman a esta zona. Es la más despoblada de las zonas pirenaicas oscenses. Algo metafísico aborda al que se adentra por sus carreteras y caminos. Los habitantes se dedican casi por completo a las actividades agropecuarias, a la explotación hidroeléctrica, al turismo de montaña. Se cuenta que fueron pioneros en montañismo, senderismo, en paisajismo, en pireinismo, en estudios geológicos, en la protección de la aves rapaces.
Ainsa, enclave medieval. Reina en el horizonte la Peña Montañesa (2291m), una arquitectura pétrea que me subyuga. No voy a tener tiempo en esta ocasión, pero me encantaría ascender esos 2291 metros. A lo lejos, en otro horizonte más al norte, el Parque Nacional de Ordesa y el Monte Perdido (3348m). Resuena la mítica pireinista. Ainsa es pueblo de piedra, restaurantes, tiendas de material de montaña, calles viejas del siglo XI, XII, XIII, murallas, castillo, Plaza Mayor del siglo XIII, XIV, XV, recodos visigóticos, ecos vascos. Todo húmedo, frío, escarchado, europeo.
Dicen que hay tres Pirineos en el Pirineo: el Pirineo Occidental (desde el Cantábrico a Navarra), el Pirineo Central (Huesca, Lleida), y el Pirineo Oriental o Mediterráneo (de Lleida a la Girona que se baña en Port Bou). El Pirineo Central se derrama hacia sus interiores franceses e hispanos, pasando de las cumbres nevadas a las montañas agrestes y los terrenos horadados por la acción de las aguas subterráneas. El Sobrarde es un mar de montes y grutas, un Pirineo cuyas formas se diluyen hasta la meseta. El Sobrarbe contiene un secreto a voces, los barrancos más largos de Europa, en la Sierra de Guara. Me tienta la idea de visitarlos aunque el descenso por barrancos sea deporte estival. Habré de dejar para próximos viajes esa aventura subterránea. Estos son días de vivir el Pirineo derramado, sus vientos, viejos caminos, sus roquerismos.
Al abrigo del fuego cenamos. La pequeña Lucía duerme en el sofá. M la acaricia mientras contempla el juego de las llamas. Leo el Dietario Voluble de Vila-Matas, anoto en mi cuaderno de viaje.
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Amanece. Despierto con Lucía al lado. M se trasladó a la cama de la niña a medianoche, cuando Lucía vino hasta nuestro dormitorio. La cama de matrimonio es de las pequeñas, insuficiente para que los tres durmamos con comodidad. Enciendo el fuego. M prepara pan tostado. Lucía juguetea con sus muñecas. Echo de menos a Marieta en esta escena (mi hija mayor pasa unos días en Asturias con su madre). Desayunamos, planeamos el día. Ideamos ir a conocer Boltaña, comeremos allí. Mientras se duchan salgo a correr por los alrededores de Mondot. Enseguida se acaban los caminos. Paso junto a casas derruidas. Me precipito por barrancos y gargantas. Los matojos apresan mis piernas así que intento saltar, correr sobre lascas, rocas, seguir los senderos marcados por jabalíes. Paisaje despoblado, muy ajado por vientos y hielo. Salto matojos de boj, esquivo placas de hielo. Tierra de escorpiones, serpientes. Corro bajando barrancos a velocidad. Un ave rapaz me sobrevuela. No se reconocer si es águila o quebrantahuesos. Planea grácil su vuelo de ave señora. Me agrada correr por parajes alejados de la mano del hombre. En el censo del Sobrarbe apenas están censados 2000 habitantes. Trotar por estos barrancos te hace sentir primitivo. Al regreso encuentro a M y a la pequeña paseando por las desiertas callejas de Mondot. M fotografía mi trotar. Ducha rápida. El Ford nos lleva hacia Boltaña. El Stabat Mater de Vivaldi es hilo musical perfecto para la conducción tranquila por la abrupta carretera que sortea los pliegues del terreno.
Boltaña también tiene callejas medievales, castillo, vistas panorámicas, colegiata barroca, pero resulta menos turística que Ainsa, lo que se nos antoja un acierto. La subida al castillo es pedregosa, marcada por un Via Crucis que acaba en la ermita de Santa Lucía. Del castillo apenas queda un torreón, parte de la muralla, piedras alineadas marcando lo que antaño fueron habitaciones de señores feudales, princesas, monjes. Las vistas desde el mirador principal son espectaculares. Mirando estas montañas se puede entender cómo se formó la orografía de los Pirineos, cómo se definen los paisajes, cómo chocan las placas tectónicas. Comida frugal en un hostal cercano, en la parte nueva de Boltaña. Después del café retomamos la carretera, en dirección francesa, hacia montañas de mayor enjundia. La carretera que deja atrás Aínsa sube en 46 kilómetros a Francia, atravesando el Parque de Ordesa. Domina la Peña Montañesa, no puedo dejar de mirar la masa rocosa. Propongo a la familia buscar el pueblo más cercano a la Peña y abandonar la idea de seguir subiendo hacia Francia. En la cara norte, a pie de la inmensa roca encontramos Laspuña. El flechazo es inmediato. Poco antes de aparcar el Ford vemos media docena de rapaces volar en círculos. ¿Se trata de buitres leonados?¿Quebrantahuesos? Laspuña es pueblo pedroso, bello, auténtico. Nada parece hecho para fidelizar al turista a pesar de lo cual se ven varios grupos de excursionistas franceses. Me gustan las casas, los tejados, los porticones de madera. Pueblo de ganaderos, agricultores, de gentes que vivieron del Cinca, de las maderas que bajaban por el río. Se recuperó a finales de los 80’s el oficio de los navateros, tripulantes de las navatas, barcazas construidas con troncos enlazados con las que bajar la madera desde los bosques pirenaicos a la cercana Ainsa. Pero lo que abruma durante el paseo por Laspuña es la presencia de la gran montaña de roca. Nos prometemos volver a Laspuña, nos prometemos subir a la Peña Montañesa.
De regreso a nuestro refugio en Mondot preparamos la cena de fin de año. La chimenea protagoniza la velada. Langostinos a la plancha, entrecot, quesos, vino tinto del Somontano. Lucía dibuja, cenamos, se duerme mucho antes de las doce. Café, caricias, sintonía con el entorno. Queremos un refugio, chimenea, un sitio con el que estrechar los lazos con la naturaleza. Cosmopolitismo rural ¿Existe tal cosa? Si no existe la invento. Vivimos en Pueblo. En el Parque natural del Montseny. Trabajo cinco días a la semana en un Museo milenario. Vivo conectado a las redes telemáticas, informado de las corrientes culturales de medio mundo. Interioricé algo que podríamos denominar modelo Barcelona. Corro bosques, me acerco a las montañas, fusiono cuanto puedo cuerpo con paisaje. Nuestros veranos pertenecen al Mediterráneo. Interiorizamos algo a lo que podríamos denominar modelo mediterráneo y nos sirve para tamizar nuestra visión del mundo. Dibujo buscando a Goya y a Robert Crumb. Adoro las cafeterías europeas, los objetos cotidianos desgastados, los orujos de hierbas, la lectura junto al fuego de una chimenea. Nos agrada la vida que llevamos. Soñamos un refugio parecido al de Mondot, en el que aislarnos de tanto en cuanto sin abandonar nuestro cosmopolitismo rural.
Campanadas retransmitidas desde la Puerta del Sol en Madrid. Brindamos con Moët & Chandon. Despedimos al 2011. Adiós maldito, te sobrevivimos. M sumerge un pendiente de oro en su copa. Tomamos doce uvas. Cuelgo en mi cuello una cruz de oro que me regaló mi abuela cuando niño. Bienvenido 2012, no seas duro, ven repleto de éxitos, bienaventurado seas.
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