Carta de un performer perdedor a una joven poetisa

Apreciada Poetisa,

Perdedor es lector ocasional de tus columnas, blogs y versos. Tenéis amigos comunes, y habéis coincidido un par de veces en bares y tugurios de la marginalidad literaria. Poco más. Sin duda tal accidentalidad no le legitima para escribirte, pero al leer el post que titulaste “Todo lo que quería decir” del 14 de mayo, se ha dado cuenta de que en bucle continuo desde la noche de las primeras vanguardias, hay temas que vuelven una y otra vez.

Perdedor (que te dobla la edad) es performer para poder un día ser escritor. No creas que le resultó fácil llegar a esta conclusión (algo triste, por cierto). Por el camino, en los márgenes, Perdedor dibujó y dibuja, y encontró una profesión extraña que le sustenta.  Perdedor es art-handler, museógrafo, manipula obras de arte (pero entrar más en detalle es enmadejar esta misiva). El escritor napolitano Erri de Luca cree que la experiencia física es la única forma de comprender la realidad. Quizás, por eso, de Luca fue obrero, periodista, militante político, camionero en África, antes que escritor. Todo esto viene al caso, créeme. Te cuento:

1.-Hace unos meses fuiste a una librería y viste un libro que no compraste. Poco tiempo después, como explicas en tu blog, regresaste a la librería dinero en mano, pero el libro ya no estaba. Sólo recordabas unos puntos suspensivos en la portada, la disposición en la mesa de ventas, poco más… Pasó el tiempo y llegó un doce de mayo, y entonces estabas en Murcia en no se qué congreso sobre “perfopoetry”, con Unai Velasco y un montón de poetas jóvenes. Discutíais sobre performance, los límites del acto poético, escenarios y obscenarios, y sobre la validez del palabro ese que os habíais inventado. Y os dabais de bruces con los límites de cada género, según cuentas. Casualidad de las casualidades, entre el público estaba Miguel Ángel Hernández-Navarro, que dijo cosas lúcidas y se fue a beber con vosotros a un bareto del centro. Bebidos discutíais mejor, como les suele ocurrir a poetas, performers, artistas jóvenes. Tu crónica de la noche acaba cuando Miguel Ángel Hernández-Navarro va y te regala su libro. Y el libro es nada más y nada menos que ese que habías visto en una librería un día que no tenías dinero. El libro es cojonudo porque dice cosas como que durante un momento, el cuerpo es lo que queda. Que en el cuerpo está todo, aunque ya no quede nada, aunque sea sólo cuerpo. Que cuando el cuerpo deja de estar, llega la nada. Vamos, que durante un momento, está el cuerpo, que es poco, pero aún es algo. El cuerpo es un lugar que luego deviene nada. De tan cojonudo que es el libro, ya no puedes dormir, aunque tienes, presumiblemente, el cuerpo lleno de cerveza. Cuaderno[…]duelo de Miguel Ángel Hernández-Navarro, lo publica Ed. Nausicaa (2012), no sabes contarnos si es un ensayo, un diario, un poemario. Tanto da. De momento no he tenido ocasión de conseguir el libro. Me quedo con lo que cuentas en tu post, por tanto.

2.-Perdedor vivió debates a principios de los 90’s. Performers, poetas, funambulistas concienzudos  se reunían en las noches más alcohólicas que Perdedor recuerda, y discutían sobre los límites del arte, sobre escenas, postpoesia, polipoesía, anacoretismos, post-teatro, conceptualismo y neoconceptos, fórmulas y postformalismos. A gritos, en alguna taberna del Gótico, en el Barrio de Grácia, en baretos de Malasaña, en pueblos perdidos como Navalagamella, aquel grupo invocaba a Dadá, Duchamp, Fluxus, Zaj, a Beuys, a los situacionistas. Se lamentaban de haber llegado veinte años tarde a las revoluciones, cien años tarde a la bomba Orsini, unos minutos tarde al primer punk. Siempre alguien saltaba por encima de los gritos y les recordaba que aquello era viejo y gastado, y las diatribas estériles, agotadas, caducas, trasnochadas.  Aunque performers, poetas, funambulistas tuvieran apenas veinte años, siempre alguien les recordaba que su arte era un refrito. Y los performers jóvenes bebían y mostraban su prurito autodestructivo, mientras los postpoetas glosaban fanzines, y los conceptuales puristas se iban a dormir la mona.

3.- Pasaron veinte años entonces, y a las manos de Perdedor llegó Estética de lo performativo de Erika Fischer-Lichte, y se aclararon muchas cosas. Perdedor ya no se encierra a beber con performers, ni con poetas, ni funambulistas, y hace lo posible para esquivar su prurito autodestructivo. Perdedor vive en los bosques, quiere ser chamán o por lo menos dejar que el cuerpo se aúne con el paisaje. Pero a veces baja de las montañas, y toma un café con Oscar Abril-Ascaso, o coincide en una biblioteca con Joan Casellas, o se envía mensajes con Carme Viñas. En charla con estos performers cuarentones, brotan de nuevo las cuestiones eternas. ¿Performance? ¿Cuáles son los límites? ¿Cómo documentar lo que ya pasó, lo que está pasando? El libro de Erika Fisher-Lichte aclara muchas de estas cuestiones.

4.-Performance es el arte del instante. Por eso siempre se escapa. La fotografía intenta apresar, la palabra constriñe, la crónica modula, el video secuestra. Pero el instante se escapa. Veinte años le ha costado a Perdedor, cifrar este arte que siempre se le escapa.

5.-Un día, el historiador Manuel Segade invita a Perdedor a participar en unas jornadas sobre performance de los 90. Está BZ, que fue el mejor de los performers de aquella generación (tendrías que haberlo visto. Era capaz de conseguir la atención de un auditorio, simplemente, anunciando el fin de su adolescencia y dejando que una aspirina efervescente se diluyera en un vaso de agua). También son convocados a la mesa redonda,  Carles Hac Mor y Ester Xargay, poetas anartistas y gestores de algunos de los eventos de aquellos años. Durante dos horas hablan. Ya no discuten. Los poetas reivindican la estética del tumulto, el jaleo conceptual, la velada poética total. BZ se lamenta de la poca atención que el mercado y los críticos prestaron a pesar de lo mucho que los performers de la “nova acció” influyeron en los artistas de la siguiente generación. Ahora todo el mundo es performer como complemento a otra actividad. Los ponentes se preguntan si hay performers puros. Perdedor aprovecha el encuentro para pedir perdón por haber sido tan militante en los 90 y, al tiempo, tan diletante. Luego la vida se le  complicó, y no hubo ya espacio para purismos y arrogancias.

Al acabar el encuentro, se van cenar con parte del público. El psicochamán Pere Lluís Pla Buxó, Margarita Mascaró, musa, dibujante; Quim Tarrida, artista-escultor-músico-performer; junto a otros músicos, historiadores, video-artistas, universitarios perplejos, y algún espontáneo. Tapean en un taberna de especialidades gallegas. Beben, discuten de nuevo sobre Performance.

-La única posibilidad de recrear aquellos años seria hacer una exposición de video-entrevistas ¿Porqué no documentabais nada, hostia?-

-La performance es instante. Es acto. Just do it-

- Joan Casellas lo fotografió todo. El Macba tuvo oportunidad de comprar sus diez mil negativos. No lo hizo-

- Pero la fotografia no es performance, es instante congelado, es crónica, es documento post-

- Casi nadie ha escrito sobre todo aquello, y sin embargo ahora todo el mundo es performer-

-A veces las cosas pasan y ya está, “desaparecen como lágrimas en la lluvia”-

6.-Erika Fischer-Lichte habla en su libro de performance como acontecimiento generador de realidad, incluso como ritual generador de realidad. El cuerpo puesto en escena. El cuerpo obsceno. El cuerpo como generador de comunidad. “Todo hacer (…) es además, en alguna medida, un hacer historia”. “En este cruce entre lo que se mira y desde donde se mira surge un presente, un presente escénico, un lugar en el que situarse…”. Coño, es muy lúcido. Performear es hacer presente. Lógico que poetas, actores, músicos, pintores, escritores, busquen en la performance una manera de “hacerse presentes”, no?

7.- Performance es el arte de transformar en acontecimiento el objeto artístico. También cierto. Me remito al punto seis, performance es el arte de generar presente.

8.- El filósofo Jean-Luc Nancy en un brevísimo tratado que también te recomiendo (Corpus), nos cuenta que quiere hacer de la palabra cuerpo, para poder acotarlo, trascenderlo ¿Cómo tocar el cuerpo con la escritura? Para llegar al límite de lo corpóreo hay que acercar el cuerpo al topos. Joder, que bueno. A mi me suena a lo que dice Miguel Ángel Hernández-Navarro en ese libro que te atrapó una noche en Murcia. El método que propone Nancy consiste en alcanzar el cuerpo postorgánico. Hay que llevar al límite la escritura, para poder escribir sobre un cuerpo postorgánico. El cuerpo postorgánico es un cuerpo desorganizado, fragmentado. La escritura, entonces, se puede entender como prótesis del cuerpo. Hay que pensar a partir del tacto, acabar con la dictadura de la vista. Hay que escribir como se excreta, a ritmo de célula, como bacteria. A Perdedor le parece que Nancy se acerca al arte antiretiniano de Duchamp, y que va un poco más allá.

9.- Apreciada Luna, a Perdedor se le ocurre que todo esto ya se ha discutido una y mil veces y que quizás te está aburriendo. Pero es que al leer tu post, Perdedor se da cuenta de que se sigue discutiendo sobre estos temas. En el fondo, qué más da dónde se encuentran las fronteras entre disciplinas. Performance es acto, instante, presente, catarsis.   

10.- Le decía Rilke a un joven poeta, que el arte es solo una manera de vivir y que uno se puede preparar para el arte simplemente viviendo. Perdedor se dio cuenta hace veinte años de que el arte no era buen lugar para dogmas, aunque si para paradojas. También en aquel entonces, pensó que era mejor un arte pequeño, leve, casi invisible. Lo importante no era encontrar un arte que resolviera la vida, sino una vida que resolviera el arte. Algo así parece querer decir el escritor napolitano Erri de Luca cuando habla de la experiencia física como única forma de comprender la realidad.  


Luna Miguel http://www.lunamiguel.com/

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