Jabalíes y cuchillos
El modo de eliminar todo viaje es disolviéndolo en el anterior, devolviéndolo a su origen que es la ignorancia. Lo que pasa ¡joder!, es que hay que ser budista para diluir así. Bueno, no se enfaden. Ya sé que estas no son maneras de empezar nuevo capítulo en la desquiciada novela que hace más de un año que escribo. Déjenme volver a probar. Corro bosques…
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…corro bosques. Anochece mientras corro (dispensas del otoño). Veo sangre en una piedra. Paro mi trote y escruto la escena. Mucha sangre sobre la hojarasca removida. Un rastro de sangre que se adentra en el bosque. Moscas. Sigo huellas. Zumban sobre algo parecido a un estómago y un buche peludo. No atino a reconocer a qué pertenece esa casquería ¿Lucha animal o lo que queda de una jornada de caza? Sigo corriendo. Esa molleja era de jabalí, estoy casi seguro- me digo. Ha lloviznado y la tierra está húmeda. Desciendo una vaguada de regreso a SC. Dos jabalíes se me cruzan a unos quince metros. Son grandes. Me miran. Salen huyendo. Están asustados. No sé qué hacer. Si avanzo parecerá que les persigo. Pero no quiero volver atrás, supondría ascender de nuevo, retrasar mi trote media hora. Sé que no hay que correr hacia un jabalí, pero avanzo. Sigo corriendo. Oigo el miedo en los matojos colindantes. Salto un riachuelo y corro-que-te-corro. Me alejo de los pilosos. Tengo que comprar un puñal de campo- pienso. Me asalta una certeza: pasarán los años, viviré las molestias de la edad, vendrá lo bueno y lo malo, pero todo habrá valido la pena. Tomaré una decisión: me marcharé de Europa, iré a un norte apartado. “El aire marino quemará mis pulmones y climas perdidos me curtirán. Nadar, corretear por la hierba, cazar, sobre todo fumar; y beber licores fuertes como metal derretido, al igual que hacían nuestros antepasados alrededor del fuego. Volveré con miembros de hierro, sombría la piel, furiosa la mirada: por mi máscara, me creerán de una raza fuerte. Tendré oro: viviré en el ocio y seré brutal”. Pasaré una temporada en el infierno como Rimbaud (aunque más al norte, como Jack London). Tengo que comprar un cuchillo. Me pregunto si a cuchillo se puede matar un jabalí. En La Princesa Mononoke (el memorable film de animación del maestro Miyazaki) un dios-jabalí-diablo que viene de occidente siembra la oscuridad en el bosque. Infecta el paisaje con un terror orgánico. ¡He saltado entre jabalíes!- le cuento a M al llegar a casa. No entiende mi euforia. Le cuento que he mantenido a raya un miedo atávico. Le cuento que quiero un cuchillo para poder correr tranquilo entre jabalíes. A ser posible un Bowie knife como el de Alan Ladd en The Iron Mistress (Gordon Douglas, 1953). La novia de acero, film de sesión de tarde y palomitas con Virginia Mayo. Alan Ladd recreaba la vida del coronel Bowie, inventor de un espléndido cuchillo de caza que le sacaba de más de un aprieto. El Bowie knife se hizo famoso nada más y nada menos que en la batalla de El Álamo. No le hablo a M de la tierra Hiperbórea de la “tierra más allá del viento del norte”, ni de la extraña pulsión de la sangre en el bosque, ni del hombre remoto que habita en cada uno de nosotros, no quiero aburrirla ni asustarla. Hablo de jabalíes, de cuchillos, de correr bosques…
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…corro bosques. Nunca entendí una mierda de La Princesa Mononoke pero me fascina. El príncipe Ashitaka mata a flechazos un enorme jabalí que amenaza a su pueblo. Mata a la bestia que resulta ser un dios-demonio y que le hiere en un brazo. La putrefacción de la herida se torna demoníaca y empieza a dominarle. Cuando odia, una fuerza descomunal que viene de esa putrefacción se apodera de Él en forma de festín de gusanos devorándole el brazo. Ashitaka abandona el pueblo en busca de remedio. Busca en el oeste, la tierra natal del demonio-jabalí. Pasará por desventuras y luchas que le harán descubrir como el odio alimenta la maldición. En cada reyerta la infección negra se extiende por su cuerpo. Un monje al que salva, le cuenta que quizás encuentre respuestas en la Ciudad del Hierro. Allí se dirige. Conocerá a la princesa Mononoke, que cabalga lobos, que es luchadora; se cruzará con kodamas, que son espíritus del bosque, que le guiarán hacia la Ciudad. Encontrará a la dama Eboshi, quien le desvela los secretos de la maldición que le corroe. La Ciudad del Hierro está en permanente lucha contra los animales del bosque por culpa de la tala de árboles para avivar el trabajo en las minas. Jabalíes luchan contra humanos. Eboshi, en una de esas sangrientas batallas, hirió con una carabina al demonio-jabalí, provocando el inicio de la pútrida maldición. Ashitaka se cabrea y culpa a Eboshi de haber creado la imprecación que le corroe. Pero en un giro típicamente ying-yang también se da cuenta de que gracias Eboshi y a la Ciudad del Hierro, leprosos, desfavorecidos y prostitutas viven integrados en el sistema. Los afectos de Ashitaka se debaten entre el mundo humano y el espíritu del bosque. La princesa Mononoke ha pretendido asesinar reiteradamente a Eboshi, líder de la Ciudad. En una de sus incursiones a la Urbe Mononoke resulta malherida y Ashitaka la salva huyendo con ella hacia los bosques. Los lobos intentan comerse a Ashitaka, los monos le atacan. Ahora le toca a la Mononoke salvar al príncipe humano. Invoca entonces al espíritu del bosque, Shishigami, para que le oriente en sus decisiones. Al tiempo, un nuevo dios-jabalí llega al bosque con la intención de acabar con la raza humana. Ashitaka se recupera, quiere ser mediador en el conflicto entre humanos y bestias. Pero Eboshi y Mononoke están ciegas de odio. Ashitaka tiene el “corazón partío”. En este punto del film me pierdo siempre pues de repente aparece un tercer contrincante que no sé que pinta. Una especie de samurai que ataca con sus tropas a la Ciudad. Se suceden las batallas. El lodo putrefacto avanza. Es un espíritu del bosque que morirá al salir el sol, pero que arrasa todo a su paso. No entiendo una mierda pero al final de las batallas entre las diferentes facciones se salvan la princesa Mononoke y Ashitaka. Despiertan entre montañas y valles de flores. También se salva la dama Eboshi que fundará una nueva Ciudad sobre las ruinas de la anterior, prometiendo armonía con la naturaleza. No hay quien entienda el bello espectáculo de los estudios Ghibli, pero acabas la proyección convencido de que has contribuido a salvar el mundo del avance de la pútrida civilización y que vivirás a partir de ese momento en armonía con la naturaleza.
Miyazaki acabó exhausto tras el trabajo de años para dibujar y montar La Princesa Mononoke (1997). Anunció una retirada que no llegó a cumplir pues ganó un Oso de Oro en Berlín en 2002 con su film posterior El viaje de Chihiro (no menos extraño film de animación sobre una niña algo caprichosa que se pierde en un balneario para dioses a los que debe atender para saldar el pecado cometido por sus padres hechizados y así poder recuperarlos). En una premier de la época leo que Miyazaki cuenta: “sigo sintiendo que existe un lugar sagrado, sin humanos, en lo más frondoso de las montañas, el origen donde muchas cosas nacen”.
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Me caen bien los jabalíes, pero quiero empuñar un cuchillo si me cruzo de nuevo con uno de ellos.
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…corro bosques. Anochece mientras corro (dispensas del otoño). Veo sangre en una piedra. Paro mi trote y escruto la escena. Mucha sangre sobre la hojarasca removida. Un rastro de sangre que se adentra en el bosque. Moscas. Sigo huellas. Zumban sobre algo parecido a un estómago y un buche peludo. No atino a reconocer a qué pertenece esa casquería ¿Lucha animal o lo que queda de una jornada de caza? Sigo corriendo. Esa molleja era de jabalí, estoy casi seguro- me digo. Ha lloviznado y la tierra está húmeda. Desciendo una vaguada de regreso a SC. Dos jabalíes se me cruzan a unos quince metros. Son grandes. Me miran. Salen huyendo. Están asustados. No sé qué hacer. Si avanzo parecerá que les persigo. Pero no quiero volver atrás, supondría ascender de nuevo, retrasar mi trote media hora. Sé que no hay que correr hacia un jabalí, pero avanzo. Sigo corriendo. Oigo el miedo en los matojos colindantes. Salto un riachuelo y corro-que-te-corro. Me alejo de los pilosos. Tengo que comprar un puñal de campo- pienso. Me asalta una certeza: pasarán los años, viviré las molestias de la edad, vendrá lo bueno y lo malo, pero todo habrá valido la pena. Tomaré una decisión: me marcharé de Europa, iré a un norte apartado. “El aire marino quemará mis pulmones y climas perdidos me curtirán. Nadar, corretear por la hierba, cazar, sobre todo fumar; y beber licores fuertes como metal derretido, al igual que hacían nuestros antepasados alrededor del fuego. Volveré con miembros de hierro, sombría la piel, furiosa la mirada: por mi máscara, me creerán de una raza fuerte. Tendré oro: viviré en el ocio y seré brutal”. Pasaré una temporada en el infierno como Rimbaud (aunque más al norte, como Jack London). Tengo que comprar un cuchillo. Me pregunto si a cuchillo se puede matar un jabalí. En La Princesa Mononoke (el memorable film de animación del maestro Miyazaki) un dios-jabalí-diablo que viene de occidente siembra la oscuridad en el bosque. Infecta el paisaje con un terror orgánico. ¡He saltado entre jabalíes!- le cuento a M al llegar a casa. No entiende mi euforia. Le cuento que he mantenido a raya un miedo atávico. Le cuento que quiero un cuchillo para poder correr tranquilo entre jabalíes. A ser posible un Bowie knife como el de Alan Ladd en The Iron Mistress (Gordon Douglas, 1953). La novia de acero, film de sesión de tarde y palomitas con Virginia Mayo. Alan Ladd recreaba la vida del coronel Bowie, inventor de un espléndido cuchillo de caza que le sacaba de más de un aprieto. El Bowie knife se hizo famoso nada más y nada menos que en la batalla de El Álamo. No le hablo a M de la tierra Hiperbórea de la “tierra más allá del viento del norte”, ni de la extraña pulsión de la sangre en el bosque, ni del hombre remoto que habita en cada uno de nosotros, no quiero aburrirla ni asustarla. Hablo de jabalíes, de cuchillos, de correr bosques…
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…corro bosques. Nunca entendí una mierda de La Princesa Mononoke pero me fascina. El príncipe Ashitaka mata a flechazos un enorme jabalí que amenaza a su pueblo. Mata a la bestia que resulta ser un dios-demonio y que le hiere en un brazo. La putrefacción de la herida se torna demoníaca y empieza a dominarle. Cuando odia, una fuerza descomunal que viene de esa putrefacción se apodera de Él en forma de festín de gusanos devorándole el brazo. Ashitaka abandona el pueblo en busca de remedio. Busca en el oeste, la tierra natal del demonio-jabalí. Pasará por desventuras y luchas que le harán descubrir como el odio alimenta la maldición. En cada reyerta la infección negra se extiende por su cuerpo. Un monje al que salva, le cuenta que quizás encuentre respuestas en la Ciudad del Hierro. Allí se dirige. Conocerá a la princesa Mononoke, que cabalga lobos, que es luchadora; se cruzará con kodamas, que son espíritus del bosque, que le guiarán hacia la Ciudad. Encontrará a la dama Eboshi, quien le desvela los secretos de la maldición que le corroe. La Ciudad del Hierro está en permanente lucha contra los animales del bosque por culpa de la tala de árboles para avivar el trabajo en las minas. Jabalíes luchan contra humanos. Eboshi, en una de esas sangrientas batallas, hirió con una carabina al demonio-jabalí, provocando el inicio de la pútrida maldición. Ashitaka se cabrea y culpa a Eboshi de haber creado la imprecación que le corroe. Pero en un giro típicamente ying-yang también se da cuenta de que gracias Eboshi y a la Ciudad del Hierro, leprosos, desfavorecidos y prostitutas viven integrados en el sistema. Los afectos de Ashitaka se debaten entre el mundo humano y el espíritu del bosque. La princesa Mononoke ha pretendido asesinar reiteradamente a Eboshi, líder de la Ciudad. En una de sus incursiones a la Urbe Mononoke resulta malherida y Ashitaka la salva huyendo con ella hacia los bosques. Los lobos intentan comerse a Ashitaka, los monos le atacan. Ahora le toca a la Mononoke salvar al príncipe humano. Invoca entonces al espíritu del bosque, Shishigami, para que le oriente en sus decisiones. Al tiempo, un nuevo dios-jabalí llega al bosque con la intención de acabar con la raza humana. Ashitaka se recupera, quiere ser mediador en el conflicto entre humanos y bestias. Pero Eboshi y Mononoke están ciegas de odio. Ashitaka tiene el “corazón partío”. En este punto del film me pierdo siempre pues de repente aparece un tercer contrincante que no sé que pinta. Una especie de samurai que ataca con sus tropas a la Ciudad. Se suceden las batallas. El lodo putrefacto avanza. Es un espíritu del bosque que morirá al salir el sol, pero que arrasa todo a su paso. No entiendo una mierda pero al final de las batallas entre las diferentes facciones se salvan la princesa Mononoke y Ashitaka. Despiertan entre montañas y valles de flores. También se salva la dama Eboshi que fundará una nueva Ciudad sobre las ruinas de la anterior, prometiendo armonía con la naturaleza. No hay quien entienda el bello espectáculo de los estudios Ghibli, pero acabas la proyección convencido de que has contribuido a salvar el mundo del avance de la pútrida civilización y que vivirás a partir de ese momento en armonía con la naturaleza.
Miyazaki acabó exhausto tras el trabajo de años para dibujar y montar La Princesa Mononoke (1997). Anunció una retirada que no llegó a cumplir pues ganó un Oso de Oro en Berlín en 2002 con su film posterior El viaje de Chihiro (no menos extraño film de animación sobre una niña algo caprichosa que se pierde en un balneario para dioses a los que debe atender para saldar el pecado cometido por sus padres hechizados y así poder recuperarlos). En una premier de la época leo que Miyazaki cuenta: “sigo sintiendo que existe un lugar sagrado, sin humanos, en lo más frondoso de las montañas, el origen donde muchas cosas nacen”.
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Me caen bien los jabalíes, pero quiero empuñar un cuchillo si me cruzo de nuevo con uno de ellos.
Chihiro caprichosa?? Ni hablar!! Es una niña llena de voluntad y solidaridad.
ResponEliminaPero tendrás que reconocer que es Ella la que se mete en el "fregao" por su curiosidad algo insana.Parece, incluso, que le suceda lo mismo que a le Petit Prince, no tiene ganas de crecer en el mundo adulto. También es cierto que no deja de ser cariñosa y dulce aún viviendo la experiencia de un balneario tan hostil.(La culpa es de los padres!!!)
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