El Camino de Hierro del Norte

-Todas las mujeres de mi familia, todas las que al nacer somos bautizadas bajo un naranjo, somos meigas- cuenta Mercedes.
-A mi no me bautizaron al nacer, pero me bauticé yo bajo el árbol más tarde-
Mercedes regenta el bar sin nombre de la estación de S.C. Aunque Perdedor vive ahora en Sant Esteve, sigue cogiendo el tren en S.C. Mercedes es una argentina ancha de ascendencia gallega, muy vocinglera, que sirve cafés, te lee las líneas de la mano, hace Reiki o te receta hierbajos para curar los males, con vozarrón abusivo a las siete de la mañana. Pero cualquiera le canta las cuarenta a la madame. De un sopapo te salta los dientes, te silba huracanes y te garrocha un maleficio que te deja tieso allí mismo. Perdedor consiente los voceos y las nigromancias, incluso el mal café de la locomotora que chifla sobre la barra del bar, porque sabe que esta es tierra de brujas y círculos, y sabe que hay ritos a respetar a las siete de la mañana: el café de Mercedes es uno de ellos y el nunca abandonar las montañas dejando atrás agravios o reyertas, otro. Es ley no escrita que brujas ancianas dictaron de Vallgorgina a Viladrau, desde Arbucies a Cardedeu.

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Nuevo ciclo para el periodista buzo. Sobre la mesa de la buhardilla donde escribe Perdedor, los libros imprescindibles, los libros que son sustento de ese ciclo: diccionario enciclopédico abreviado Espasa Calpe (tres tomos que compró el abuelo Jaume en 1936), La novela luminosa de Mario Levrero, un par de ensayos sobre mitos germánicos, cuentos completos de Hemingway, guía excursionista del Montseny, Veinte mil leguas de viaje submarino, volumen recopilatorio de relatos de Faulkner, Tristes Trópicos de Lévi-Strauss, las obras completas de Borges en dos tomos, Moby Dick en edición de bolsillo, La Dalia Negra de James Ellroy y el catálogo de la exposición Hergé 2006 en el Centre Pompidou. En otro rincón de la mesa las lecturas del presente: La caja de los deseos de Gunter Grass, la primera novela de John Conolly, las memorias de Casanova (en la magnífica edición de Atalanta), La Carretera de Cormac McCarthy, Corona de Flores de Javier Calvo y la biografía de Simenon que escribió Pierre Assouline en los noventa. Para releer a Casanova, Perdedor tuvo que diseñar un protocolo: diez páginas cada noche. 3391 páginas más un índice onomástico, a 10 páginas por día, 340 días de lectura. Mezclar a Javier Calvo con John Conolly funciona. Leer a Cormac McCarthy en el tren en ese estado de duermevela de las madrugadas hacia el trabajo, también. Un escritor como Gunter Grass que fue primero dibujante, tiene contradictoria vida, innumerables hijos y mujeres,… se deja para el desayuno de los sábados, en la mecedora del salón, mientras llega al ventanal el siseo de las hojas en el bosque del Tordera.

Pero no despistemos la crónica. Perdedor al dictado nos cuenta sobre brujas y trenes de cercanías.

El Camino de Hierro del Norte se llamó el proyecto ferrocarril que pretendía unir Barcelona con Granollers después del éxito de la primera vía férrea Barcelona-Mataró. La escritura de concesión de dicha línea data de 1850, y aunque no fueron pocas las dificultades con las que trabó el proyecto, pronto apareció el plan de prolongación del Camino de Hierro del Norte hacia Girona y el Pirineo. En el Montseny, el tren marcó la segunda mitad del siglo. Se bajaba a Barcelona a negociar, a escriturar terrenos, a buscar víveres o para ir de putas. Ese Camino de Hierro indujo a los del norte a bajar al mediodía mediterráneo. El primer tramo del Camino era de 29 kilómetros y se inauguró el 23 de julio de 1854 entre Barcelona y Granollers. Si bien los accionistas de la línea reorientaron sus intereses hacia la unión férrea de Barcelona con Zaragoza, mucho más lucrativa, el Camino del Norte no dejó de crecer hacia Cardedeu y Sant Celoni. En 1860 ya llegaba a Maçanet-Maçanes donde se encontraba con la línea de Mataró. En 1877 a Figueres y al año siguiente a Portbou, produciéndose el enlace con el Rosselló francés.

Las vías del tren partieron en dos la Ciudad Condal. A un lado la Barcelona gótica, el barrio de La Ribera, el Born, las callejuelas insalubres, el ajetreo de los vendedores, los burdeles del casco viejo; al otro, la industria del Pueblo Nuevo, los ímpetus de la transformación, los urbanismos utópicos de un nuevo orden, la supuesta solución al conflicto social. El tren bajaba de las montañas y traía fuego con que avivar mil hogueras. Los trenes “bajaban” pasajeros pero en esencia transportaban mineral para hartar las chimeneas de la industria Condal. El Camino de Hierro del Norte tuvo gran impacto en las economías y los crecimientos demográficos. Granollers, por ejemplo, pasó de tener 3032 habitantes en 1847 a cerca de 7000 a finales del 1900. Indudablemente, la vida en las montañas también se vio afectada por la irrupción del ferrocarril. Había algo demoníaco en la sociedad del vapor y el hierro.

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Las brujas son la forma en que las comunidades antiguas representan la unión entre el medio social y el natural. Es por tanto lógico que en las comunidades de montaña, esencialmente campesinas y ganaderas, la figura de la bruja se asocie a fenómenos metereológicos y cataclismos. “La economía preindustrial estaba muy íntimamente ligada a las variaciones climáticas” refiere en su estudio Una mirada geográfica al fenómeno de la brujería el geógrafo Francesc Roma i Casanovas (2002). En el medio rural las brujas fueron tradicionalmente ajusticiadas con mayor virulencia que en la Ciudad. Sin duda fue así por que en la industria y el comercio de la urbe los efectos de la meteorología se hacían notar menos que en el campo. Fue Gregorio IX quien a partir de 1233 instituyó la que iba a ser una posición oficial contra la brujería en el mundo eclesiástico. Se pudo desde entonces hablar de una “brujería intelectual”, de la asociación culta con el Demonio y del akelarre como motor de la actividad maléfica contra el entorno social y natural. Pero existió una brujería anterior a la brujería estigmatizada por las inquisiciones papales, que las tradiciones populares recuerdan y que de alguna forma ha perdurado. Frente a la bruja intelectualizada, convivió desde la noche de los tiempos otro tipo de brujería chamánica en consonancia con el medio.

Las brujas del medievo catalán eran bastante de estar por casa, como inquiere Jacinto Antón en una de sus crónicas. “No pasaban del ámbito metereológico (provocar granizo) o ganadero (envenenar cerdos)”. Las del Montseny se afiliaron a los bosques, a sus plantas y a las aguas. Las que todavía habitan estos distritos, tras varias temporadas de incendios y sofocos estivales, han traído este año nieves y lluvias en abundancia. A mediados de mayo todavía llueve cada dos días. Las aguas del Tordera (o de La Tordera, como gustan citar algunos mapas) recitan todas las semanas, letanías por los 21 muertos de un 7 de octubre de 1863 en un descarrilamiento con apellido de averno. Los torrentes bajan desde las cumbres e irrigan el sotobosque vivificándolo. Han sido las brujas, sin duda. Dicen las leyendas que las de Mallorca son las más aplicadas en el arte de “cortar tormentas”. Algunos párrocos entre Gualba y Santa Fe aprendieron sus técnicas. Con sólo alzar la mano y cortar el aire separan las nubes, paran las lluvias, los granizos. Algunos párrocos frenan las borrascas lanzando sus zapatos bendecidos, subiendo a los campanarios. Tempore tempestatis obligatus sit timbala vel campanas. Es sabido que las “cortadoras de tormentas” dominan paradójicamente la maestría de provocarlas. A veces lo hacen para castigar cultivos, para descarrilar trenes, para inundar valles. Perdedor es de la creencia que todos los oficios mágicos del Montseny preservan por encima de cualquier consideración, el patrimonio natural. El dominio del elemento líquido es sello inconfundible de las brujerías chamánicas en esta montaña. Perdedor, que corre treinta kilómetros de bosque todas las semanas, que está al tanto del humus, comprueba con satisfacción el enorme beneficio de estas aguas tardías (aunque algunos campesinos de la zona se quejen, todos saben el mal que ha hecho el desecamiento y los incendios en los últimos veranos).

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El tren permitió el desplazamiento de las sociedades rurales a las urbes. El tren propagó revolución industrial. Con el trasiego se disiparon las brujas. Algunas conviven todavía con nosotros. Empieza la mañana en la cafetería sin nombre. Hoy abrió el bar la hija de Mercedes. Suena Billie Holiday. Ya no es de noche a las siete de la mañana, pero al frío de este atípico mayo le sienta bien esta música.

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