La Nada del noveno mes
A una distancia de unos tres o cuatro metros, un jabalí adulto pero de pequeño tamaño, cruza el camino por el que troto. Cada uno ha seguido su recorrer sin a penas alterarse. Me cuentan en Pueblo que hay muchos jabalíes este septiembre, que están acabando con los cultivos, que van a tener que organizar una batida para eliminarlos. Los celtas consideraban al jabalí símbolo de autoridad espiritual del bosque, recogían la tradición hiperbórea que congrega jabalíes con druidas. En contraposición, el oso simbolizaba el poder terrenal de los guerreros. El jabalí, si atendemos a la prehistoria según la cuenta el teósofo René Guenón, nos remite a una cultura temprana que abandonó el Norte para dispersarse por Asia y Europa. Es probable que la asociación alegórica entre druida y jabalí tuviera que ver también con el carácter eremita y solitario de los druidas, que pasaban largas temporadas aislados en los bosques. Salir en batida a la caza del jabalí puede tener una lógica ecológica pero, ¿transgrede algún orden mágico? Sólo la caza con cuchillo y camada de perros parece honrosa. No siempre jabalí y oso se enfrentaban en la simbología arcana, sin ir más lejos Merlín y Arturo representan la afinidad de ambas tradiciones. Cuando atardece en el bosque de los septiembres, siento nada. En el bosque de los septiembres lo único importante es sobrevivir al apellido.
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Tengo en la piel profunda dos tatuajes que nunca me he llegado a hacer; en la espalda el lema del Nautilus: “Mobilis in Mobili”; en el hombro, calavera con la rúbrica “Performance”. Si me hiciera otro no tatuaje inscribiría en un antebrazo la faz de “Porco Rosso”, personaje de animación creado por Miyazaki. “Porco Rosso” es trasunto de Corto Maltés, aunque piloto de hidroaviones en vez de marino. Vuela sobre el Adriático deshaciendo entuertos con piratas y contrabandistas. Caza recompensas salvando barcos secuestrados, rescatando rehenes. Es un fuera de la ley que vive periodos de descanso en una isla desértica rodeada de acantilados. No atesora más patrimonios que un hidroavión rojo, choza, tumbona, una radio que le mantiene conectado a las noticias del mundo y a peticiones de rescate…vive bien. Es libre. Le gustan las mujeres, la bebida, el buen comer…tiene un amor imposible…es hombre de honor encerrado en maldición: mitad humano mitad puerco (“prefiero ser un cerdo que un fascista”-grita renunciando a recobrarse cuando le invitan a formar parte de las cuadrillas del fascio que han marcado con sangre su destino). Artesano del vuelo, fiel a un estilo de vida antiguo.
Cuando estoy en el bosque, al atardecer, siempre que veo puercos, siento una insondable emoción de nada. En el bosque lo único importante es estar, la tranquila aceptación de todo lo que acaece.
Chateo con mi amigo Jesús que lleva año y medio en Alejandría. Vive en hotel con vistas al desierto. Dirige el montaje de una fábrica. Tiene para seis meses más. Cuando no trabaja dedica el tiempo a estudiar (se instruye en las ciencias del bosque, para dejar de ser ingeniero). –Sino estudio, miro el desierto por la ventana. Aquí he entendido que no hay nada que hacer. Nada-
Desde el ventanal del estudio se ve un bosque de ramas batidas por los primeros vientos. – Ya veréis, en otoño se caen todas las hojas de La Tordera, entonces, el panorama de montañas queda al descubierto- cuenta Ramona, vecina anciana que admira (no sé si con cierta sorna) nuestro pequeño huerto junto al río. Desde el ventanal del estudio pienso que el bosque de los septiembres veda las palabras a los perdedores. No hay nada que escribir. Me sirvo la última copa de ratafía. Acabé con las existencias. Abro el usado Tao que adquirí en el 89. Borro todas las anotaciones que garabateé en sus páginas. Lo devuelvo a la nada. Sólo una flecha en rotulador se resiste a ser borrada y señala:
“Una estrategia de la antigüedad dijo:
Yo no oso tomar la iniciativa,
Prefiero esperar.
No me atrevo a avanzar un palmo,
Antes prefiero retroceder un pie”.
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Tengo en la piel profunda dos tatuajes que nunca me he llegado a hacer; en la espalda el lema del Nautilus: “Mobilis in Mobili”; en el hombro, calavera con la rúbrica “Performance”. Si me hiciera otro no tatuaje inscribiría en un antebrazo la faz de “Porco Rosso”, personaje de animación creado por Miyazaki. “Porco Rosso” es trasunto de Corto Maltés, aunque piloto de hidroaviones en vez de marino. Vuela sobre el Adriático deshaciendo entuertos con piratas y contrabandistas. Caza recompensas salvando barcos secuestrados, rescatando rehenes. Es un fuera de la ley que vive periodos de descanso en una isla desértica rodeada de acantilados. No atesora más patrimonios que un hidroavión rojo, choza, tumbona, una radio que le mantiene conectado a las noticias del mundo y a peticiones de rescate…vive bien. Es libre. Le gustan las mujeres, la bebida, el buen comer…tiene un amor imposible…es hombre de honor encerrado en maldición: mitad humano mitad puerco (“prefiero ser un cerdo que un fascista”-grita renunciando a recobrarse cuando le invitan a formar parte de las cuadrillas del fascio que han marcado con sangre su destino). Artesano del vuelo, fiel a un estilo de vida antiguo.
Cuando estoy en el bosque, al atardecer, siempre que veo puercos, siento una insondable emoción de nada. En el bosque lo único importante es estar, la tranquila aceptación de todo lo que acaece.
Chateo con mi amigo Jesús que lleva año y medio en Alejandría. Vive en hotel con vistas al desierto. Dirige el montaje de una fábrica. Tiene para seis meses más. Cuando no trabaja dedica el tiempo a estudiar (se instruye en las ciencias del bosque, para dejar de ser ingeniero). –Sino estudio, miro el desierto por la ventana. Aquí he entendido que no hay nada que hacer. Nada-
Desde el ventanal del estudio se ve un bosque de ramas batidas por los primeros vientos. – Ya veréis, en otoño se caen todas las hojas de La Tordera, entonces, el panorama de montañas queda al descubierto- cuenta Ramona, vecina anciana que admira (no sé si con cierta sorna) nuestro pequeño huerto junto al río. Desde el ventanal del estudio pienso que el bosque de los septiembres veda las palabras a los perdedores. No hay nada que escribir. Me sirvo la última copa de ratafía. Acabé con las existencias. Abro el usado Tao que adquirí en el 89. Borro todas las anotaciones que garabateé en sus páginas. Lo devuelvo a la nada. Sólo una flecha en rotulador se resiste a ser borrada y señala:
“Una estrategia de la antigüedad dijo:
Yo no oso tomar la iniciativa,
Prefiero esperar.
No me atrevo a avanzar un palmo,
Antes prefiero retroceder un pie”.
Between grief and nothing, I will take nothing
ResponEliminaLa calavera es lo mas honesto, es lo comun entre todos nosotros y a la vez sostiene la mascara,por eso el rock lo toma como imagen.
ResponEliminaBueno,,, empachada de blogear me voy a ordenar mi casa y cocinar a mis hijas!