The zen of running
Corre. Corre donde más aire limpio encuentres. Ve con tan poca ropa como sea posible. Si puedes, corre con los pies desnudos. Conecta con la tierra. Tu carrera es una danza del júbilo. No te sobrepases, infra-pásate, no estas corriendo por que tengas prisa por llegar a alguna parte. Corre dentro de tu respiración, no corras por delante de tu respirar. Corre lo que creas conveniente, lo mismo da a diario que cuatro días por semana. Corre lo suficiente para aumentar, mantener la fuerza y la resistencia, pero no lo bastante como para convertir el correr en servidumbre. Cuando corras regularmente, te sentirás mejor corriendo que sin correr. Come sano, de acuerdo con tu apetito, despacio, con alegría. Come simple y correrás ligero. Corre tan erguido como sea posible. Corre fácil. Si no te diviertes no corras. Recuerda que el objetivo de tu carrera es ser feliz, más sano, completamente tú. Corre meditando. No hay ninguna norma, ninguna victoria excepto la alegría que vives bailando tu carrera. El objetivo en la vida no es correr, dibujar, escribir, sino estar despierto. Correr es un tónico para el cuerpo. Correr es ritual. El agua es la corriente. El agua no se separa de la corriente. El cuerpo no se separa del movimiento. Ser consciente del ritual requiere observar. El corredor debe abrirse al paisaje. Pero primero ha de abrirse a si mismo, a la consciencia de su cuerpo. Algunas veces correr es cansarse y sufrir sin intención, porque así es la naturaleza humana.
Llega a mis manos The zen of Running de Fred Rohe, un texto algo hippie de los años 70’s. Salgo a correr con estos preceptos zen en mente, aunque los voy modificando a mi antojo. No sé porqué corro ni cómo he de correr. Corro como dibujo o escribo, relajado, sin rumbo, de manera ritual. Dentro de dos meses participo en el Trail Sant Esteve de 28 kmts. Tener en mente este objetivo entorpece mi correr. Hace 30 años que no compito, salvo en alguna carrera popular sin importancia, por el mero hecho de sentirme parte de una comunidad. Antes corría en pista, modulaba a lo largo de 1500 metros los límites y las fuerzas de mi cuerpo. Nada tiene que ver aquel correr de la adolescencia con el correr actual. El de ahora es un correr orgánico; dejo que el paisaje y los mitos se dibujen a través del cuerpo. El paisaje, los mitos. No es lo mismo correr en el Montseny que hacerlo en las costas mediterráneas, en los fiordos noruegos, o en las pistas universitarias del Madrid de mi juventud. Me gustaría viajar corriendo y dibujando los paisajes, los mitos. Intento recuperar un correr tao. Quiero olvidar que en unas cuantas semanas competiré entre varios corredores por una marca. Bajo los ritmos, el desgaste. Corro dos o tres horas cada vez que salgo a correr. Tres, cuatro veces por semana. Voy despacio, cada vez más despacio, trotando, sin parar más que a beber en algún riachuelo. Es un correr infra que me vacía de intenciones, metas, preocupaciones. Creo que voy a correr el Trail de Sant Esteve para constatar que no quiero correr más competiciones. Me importan un bledo los equipamientos, los dorsales, los gadgets del corredor. Busco la ropa más ligera. No me gustan las lycras ni los tejidos que se adhieren. Gasto pantalones y camisetas amplias. Calzo zapatillas cómodas al margen de modas. Alguna vez corrí desnudo, no descalzo, si sin ropa. Cuando corro en verano por la costa acabo siempre dándome un baño entre rocas. También me baño en ríos siempre que tengo ocasión. Renazco. Soy un pagano.
Llega a mis manos The zen of Running de Fred Rohe, un texto algo hippie de los años 70’s. Salgo a correr con estos preceptos zen en mente, aunque los voy modificando a mi antojo. No sé porqué corro ni cómo he de correr. Corro como dibujo o escribo, relajado, sin rumbo, de manera ritual. Dentro de dos meses participo en el Trail Sant Esteve de 28 kmts. Tener en mente este objetivo entorpece mi correr. Hace 30 años que no compito, salvo en alguna carrera popular sin importancia, por el mero hecho de sentirme parte de una comunidad. Antes corría en pista, modulaba a lo largo de 1500 metros los límites y las fuerzas de mi cuerpo. Nada tiene que ver aquel correr de la adolescencia con el correr actual. El de ahora es un correr orgánico; dejo que el paisaje y los mitos se dibujen a través del cuerpo. El paisaje, los mitos. No es lo mismo correr en el Montseny que hacerlo en las costas mediterráneas, en los fiordos noruegos, o en las pistas universitarias del Madrid de mi juventud. Me gustaría viajar corriendo y dibujando los paisajes, los mitos. Intento recuperar un correr tao. Quiero olvidar que en unas cuantas semanas competiré entre varios corredores por una marca. Bajo los ritmos, el desgaste. Corro dos o tres horas cada vez que salgo a correr. Tres, cuatro veces por semana. Voy despacio, cada vez más despacio, trotando, sin parar más que a beber en algún riachuelo. Es un correr infra que me vacía de intenciones, metas, preocupaciones. Creo que voy a correr el Trail de Sant Esteve para constatar que no quiero correr más competiciones. Me importan un bledo los equipamientos, los dorsales, los gadgets del corredor. Busco la ropa más ligera. No me gustan las lycras ni los tejidos que se adhieren. Gasto pantalones y camisetas amplias. Calzo zapatillas cómodas al margen de modas. Alguna vez corrí desnudo, no descalzo, si sin ropa. Cuando corro en verano por la costa acabo siempre dándome un baño entre rocas. También me baño en ríos siempre que tengo ocasión. Renazco. Soy un pagano.
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